jueves, 24 de mayo de 2012

Capitulo Madera Parte 2

Luna iba a decir algo cuando Nadir le hizo un ademán para que se callara, Entonces oyó como los enmascarados tiraban la puerta de arriba y rebuscaban por toda la casa haciendo mucho ruido. De pronto volvió el silencio, pero este era un silencio diferente al anterior, este era mucho más aterrador, Luna estaba muy quieta y no se atrevía a respirar fuerte.
Tras unos minutos que fueron eternos oyeron a los enmascarados marcharse
-¿Salimos ya? -preguntó Luna a Nadir susurrando.
-No, será mejor que esperemos un poco aquí abajo.
Mientras tanto la chica que les había estado acompañando se quitó la capucha que le cubría el rostro. Parecía un poco mayor que ella y llevaba un antifaz, pero no era un simple trozo de tela como el de Nadir, era uno muy bonito, tenía una mitad de color negro y la otra era blanca con un rombo rojo en el centro, pero lo que más le sorprendió a Luna era su pelo que parecía cambiar continuamente de color.
-¿Es ella? -dijo la chica dirigiéndose a Nadir.
-Si, es ella.
-¿Como puedes estar tan seguro?
-Simplemente lo sé.
-Que yo soy ¿Quién? -intervino Luna mosqueada.
-Buttercup Luna, Luna Buttercup -Respondió  Nadir señalando a ambas.
-¿Y bien? -Buttercup se dirigió por primera vez a Luna. -¿Tienes intención de ayudarnos?
-¿Como que ayudaros? ¡No pienso ayudaros a nada! Hace un momento nos perseguían esos horribles bichos por tu culpa, yo no debería estar aquí, tú, Nadir, me trajiste de algún modo hasta aquí y luego ni siquiera respondes mis preguntas...
-Sssh -interrumpió Buttercup -baja el tono de voz.
-NO! -dijo Luna muy cabreada. -me da igual lo que digáis, ¡Yo me voy a mi casa YA!
Luna abrió la trampilla y salió al exterior seguida por Nadir y Buttercup. Cuando salieron ya no quedaba ningún enmascarado pero toda la casa estaba destrozada, fría y oscura, tanto que parecía muerta, si es que una casa puede morir. Luna no se atrevió a tocar nada por miedo a impregnarse de la tristeza que cubría la estancia, tampoco podía respirar con normalidad, a pesar de que las ventanas estaban abiertas de par en par no había ni la más leve brisa. Y el silencio volvió a depositar sus alas.